-TRASMUTACIÓN
Tras este cambio, esta superación y metamorfosis del ánima, seguramente experimentado por el propio artista en aquellos años, las emociones pasan a ser mostradas, más que en gestos del rostro, únicamente en ademanes y posturas de los personajes. Valls tiene preferencia por un semblante neutro de la cara. Es verdad que los ojos siempre reflejan un pesar o cierta incertidumbre, pero las facciones apenas quieren gesticular y decir lo que bulle dentro. Tienen miedo de confesarse abiertamente. A través de sus manos, de los objetos que ellos señalan, o de lo que el pintor escribe y ordena alrededor de ellos, nosotros debemos intuir el enigma o deducir las conclusiones a las que ha llegado el artista ante determinadas cuestiones filosóficas o místicas.
Neuma (1994) y Glycofilusa (1990) son otro par de cuadros que reúno en un mismo párrafo por aparecer en ellos una mujer con el pecho descubierto, sobre los cuales se reflejan letras. El pecho de la primera tiene pintada una partitura con el texto: Adoramus crucis signaculum per quem salutis sûpsimus sacramentum in quo dominus noster…, acompañando a los neumas. Glycofilusa, además de mantener una pose bastante parecida a la mujer anterior, también refleja una cuestión religiosa. Sobre el icono bizantino, que hay pintado en su pecho, vemos las apócopes de “María Divina” y “Jesus Cristos” con letras cirílicas: ΜΡ ΘΥ en los extremos superiores e IC XC junto al niño.
Ahora un cuadro que nos sitúa frente al escenario de un teatro. Ahí vemos a personajes que rondan el universo simbólico-religioso de ángeles, santos, vírgenes… -Acorde místico (1989)-. Los textos que vemos aquí son: en la figura del ángel que está a nuestra izquierda, con letras doradas:
Io la música son
del dolce acento.
Extraídas, ellas, del prólogo de la ópera de Claudio Monteverdi, Orfeo. En el árbol del fondo sigue una filacteria con Cano Ergo S[vm] (Canto, por tanto existo). Además, vemos otra vez un libro de partituras con neumas, muy unidas siempre a los temas religiosos. Orfeo realiza su catábasis, desciende al Hades para rescatar a Eurídice, su amada, que ha sido muerta por una serpiente. A punto de sacarla del infierno, la inseguridad hace que él vuelva su mirada para verla y la pierda para siempre, recordándola en su contemplación de la belleza del universo y las estrellas.