-PIEL

Las palabras que aparecen en los cuadros de Valls, muchas veces están cercanas a la piel de los personajes, y otras tantas los vocablos son impresos en las pieles mismas. Tomemos dos ejemplos: Dissectio (2006) y Vitella (1994). Observemos y describamos lo que vemos en el primer cuadro. Es un políptico estructurado en seis piezas, de las que tres representan a un personaje femenino y otras tres a uno masculino. Son muy jóvenes, están en la edad-puente entre la infancia y la adultez. Etapa en la que se está aprendiendo a modelar la personalidad, en la que imitamos rasgos de aquellos a quienes admiramos para encontrarnos a nosotros mismos, y en la que empezamos, además, a descubrir nuestra inherente sexualidad. Valls sitúa una lámina y quince etiquetas sobre el vientre de la chica. La lámina contiene el dibujo de un batracio diseccionado, y las etiquetas quince nombres en latín de varias partes de la anatomía de este anfibio. No hay que redundar más en estos documentos, son un pretexto para hablar de otra cosa. Esa lámina es un símbolo de recepción, de la naturaleza pasiva de la mujer. Mientras, en el abdomen masculino, vemos signos del carácter activo del hombre: pinzas quirúrgicas que penetran el tegumento y puntas estilográficas que profanan la inmaculada hoja. Un ejemplo éste de lo que aporta equilibrio a los trabajos del pintor -el estudio detallado del cuerpo, estrechamente unido a la exploración de la psicología del hombre en las diferentes etapas de su vida.



Vitella también habla de sexualidad, no del sexo que recién empieza a manifestarse, sino de un uso excesivo del mismo. Se ve a una mujer que podría ser la viva estampa de la Virgen, pero cuando nos fijamos en los detalles de su rostro y del escote, leemos un texto latino que habla de adulterio. Ella sería la pecadora o, por el contrario, la víctima de la lujuria de otro. Se respira ambigüedad en el cuadro, ya que su pecho sensual se brinda, sale de los delicados pliegues azules del manto, mientras sus ojos nos murmuran desdicha. Los fragmentos miniados que Valls pinta en su cuerpo son extraídos del Fuero de Aragón que el obispo de Huesca, Vidal de Canellas, redactó a mediados del siglo XIII. El libro lo conocemos hoy como el Vidal Mayor, y el fragmento viene concretamente del capítulo “De adulterio et stupro”. Su piel confiesa y pronuncia, a la vez, la ley que castiga a quien decae por la impudicia de la carne. ¿Es acaso esta mujer la María Magdalena arrepentida, la Ginebra avergonzada ante su marido, o la Francesca condenada al infierno descrito por Dante? Ella es todas esas y muchas más. Es, en conclusiones, quien encarna a la culpable y a la inocente, la cortesana que vende su sexo en busca de bienes materiales, anhelando así alcanzar la felicidad. Nosotros sabemos, sin embargo, que a esa dicha jamás podrá conquistarla.



















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