Simplemente queda cerrar la puerta que nos ha ofrecido este viaje. Dino Valls era el gran desconocido, y sigue siéndolo en muchos aspectos. Parte de él se ha desvelado aquí, pero mucho queda todavía por escudriñar. Nos ha quedado claro su poder de penetrar todo lo que toca con sus manos y pupilas. Sabe, como casi nadie, conectar y relacionar unos temas con otros. Lo entiende todo como si ello formara parte de él mismo, que no es mentira. Transforma lo bello en trágico y a lo trágico lo ennoblece. Transcribe los pasajes universales con letras e imágenes. Arranca de su interior todo lo hermoso y terrible que nos identifica. Lo arranca y lo muestra sin el más mínimo pudor. Desnuda su alma y nos desnuda a todos, para que de una vez por todas sepamos quiénes somos. No se miente ni nos miente. Es serio en su trabajo, tiene clara su misión. Habla a través de miles de rostros y miles de voces que no son otros que tu cara y tu voz. Es ambiguo como el mundo, como el espejo que te dice: eres tú, pero invertido (tu derecha es tu izquierda y al revés). Eres semicircular e incompleto. La perfección la encontrarás cuando entiendas al otro espejo que pronuncia: tu cabeza es tus pies, y tus pies tu cabeza.



















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